miércoles, 27 de septiembre de 2017

PERDIDOS EN EL ATLAS



Concluyo que rum rum es más inteligente que yo. El entiende lo que le digo en cambio yo no siempre consigo comprender lo que me está intentando decir. Me mira y deduzco que me pide con sus ojo ávidos el mendrugo de pan que escondi en el bolso de la zamarra que cuelga en la percha , home sweet home, concluyo también que nunca encuentras lo que buscas en el primer bolso que registras. Rumrum se impacienta, guauuu gauauuu, silencio que puedes despertar al bebe de la vecina, tiene el sueño tan ligero y fino como el frio que corta la mañana de este agosto traicionero .Abro la puerta y respiro aire fresco. Estas horas del amanecer son las mejores, las más despejadas, las más limpias, las más rojizas. Oigo el murmullo de las olas aun perezosas despertando en la playa desierta de bañistas. Salgo a la calle a la busca del amigo imposible que casi siempre esconde su rostro verdadero o pone la cara al sol que más calienta porque la luna solo le sirve para apurar la última copa con el infame. Cada vez me encuentro con menos porque cada dia coloco más alto el listón de la amistad.. Hoy he tenido noticias de Cuqui, maravillas del facebook, también las redes sociales a veces cumplen la función para la que debieron haber sido creadas y te permiten el reencuentro con el amigo que ya no recuerdas porque hace años os habeis perdido la pista , y va y de pronto aparece en tu página solicitando, que obviedad, tu amistad, que paradoja con lo que nos queremos, y en medio de estupideces y esos emoticonos de los que han renunciado a la palabra escrita como una manera muy hermosa de expresar las emociones. Cuqui había decidido regresar al punto de partida y proponía que regresásemos a Huarzazate en autobús . Alvarina a pesar de tener una rodilla contusionada a causa de una caída al vadeár el rio Todra esteba indecisa. A final mis dotes de persuasión impusieron el criterio, seguiríamos adelante; si no alcanzábamos el destino previsto seguro que encontraríamos algún refugio en el que amparar las inclemencias de la la gélida noche del Atlas que reluciente e infinita de estrellas ya se nos echaba encima. Habíamos comido poco y con algo de asco compartiendo pan del desierto untado con abundante grasa de manteca de dromedario en la gran sartén que giraba en silencio bajo la jaima de piel de camello a la que nos habían invitado a entrar aquellos ancianos nómadas de las montañas. Habían salido de sus abrigos en el escarpado acantilado de piedra caliza que se alzaba a derecha e izquierda del camino marcando al cauce de un río sediento de sequedad por el que ya no fluía ni siquiera el más mínimo hilillo de agua. Nuca debes rehusar un ofrecimiento a un musulmán, así que mojamos el pan en la sarten que giraba y giraba a mi pesar y comimos en silencio. Habíamos llegado hasta aquel lugar perdido en la nada conducidos por los gritos de los pastores bereberes, más tarde pudimos comprobar que la fuente de aquellos alaridos eran voces femeninas que se encendían y apagaban como sirenas desentonadas en, cadencia y que una vez se percataron de que nos habían llamado la atención se filtraron en las grietas de las rocas hasta desaparecer por completo en el silencio más profundo de las montañas ; acompañar a infieles en cualquier clase de ceremonia, festejo o festín no es permitido a las mujeres aunque su soledad fuera debida a que sus hombres se encontraban lejos del campamento pastoreando en los escarpes de la cordillera; acompañarnos en el almuerzo suponía trasgredir las normas de la sharia. Después de comer descolgamos a la mujer enferma en la improvisada camilla de juncos de palmera desde .lo alto de la cornisa en que estaba instalado el campamento móvil hasta el fondo del desfiladero donde la recogería el todo terreno de la Media Luna Roja cuya cercanía delataba ya la nube de arena que subía por la quebrada. El incidente nos había retrasado tanto que la noche se nos echo rápidamente encima apenas reanudamos el camino. El resto lo hizo Cuqui y la exagerada paranoia que le provoca la ofidofobia pues la adaptación volutiva de su cerebro no había llegado a la aceptación de las serpientes como cualquier otro ser viviente. Bien, este sería tema para otro ensayo, el caso es que ahora de Cuqui no supimos más, desapareció como por encanto . Solo escuchamos el ruido de pisadas que se perdían ladea abajo de la escarpada vallina. Nos dirigimos hacia el sur siguiendo la pista R704 marcada en nuestros mapas, no había otro camino, no había a alternativa, ni tampoco había, que nosotros supiéramos, ninguna población antes de Dades por lo que tendríamos que pasar la noche al abrigo de alguna hoquedad. Sucedió entonces aquel pinchazo y allí apareció la terrible serpiente que le provocó tal espanto que salió corriendo despavorido sin decir palabra hasta perderse de vista en el fondo del angosto valle. Más allá, en lo profundo la luz disminuye y una a una se van encendiendo millones de estrellas. No le volveríamos a ver hasta que en un cambio de rasante aparecieron ante nosotros como dos resplandores galácticos unas luces cegadoras, tras el cristal del parabrisas rodeado de rostros morenos que en otras circunstancias me habría producido espanto. Era ya muy avanzada la noche, descendieron del camión y nos ofrecieron botellas de agua fresca y manzanas . se había realizado el milagro y de la desolación más profunda en la que nos encontrábamos pasamos a una alegría inmensa, estábamos salvados, nacho volvería a ver a su novia en Oviedo y a alvarina se le habían ido como por encanto todas la s molestias de su pierna malherida. Yo volvía de los cánticos a mis asuntos. Todo tiene su explicación: el miedo se apoderó de mi, ya sabeis, me aterran las serpientes, m hay regalos de la vida que no los tienes más que una vez y tienes que aferrarte a ellos porque ya no vuelven. Al desaparecer de nuestra vista asustado por la culebra se oriento en la dirección que el lecho del rio seco tomaba hacia el desfiladero. Una vez allí vio unas luces de una hoguera en la ladera menos vertical y escucho unas voces humanas que salían de la misma hoquedad en la que las llamas ardían. Eran pastores nómadas que habían acampado en la cueva para pasar la noche. Se acerco hasta donde estaban y les informó, vete tu a saber de que manera, que nos había perdido y necesitábamos ayuda para llegar hasta algún pueblo. Cuando por fin lograron entender sus explicaciones de inmediato comenzaron a emitir gritos con los que se fueron comunicando con otros pastores de montaña en montaña. Como si fuese un código de morse, el mensaje llego hasta la población más cercana donde al punto partieron en nuestra busca. El resto ya lo he contado.

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