jueves, 5 de noviembre de 2015

vega de pociello



 Aquí estoy ascendiendo por el sendero, arrastrando mis pesados huesos ya bastante cansados para estos excesos.  dejando atrás  el verano del que ya solo queda el tibio recuerdo y al encuentro del otoño que el cambio climático lo va haciendo  tardón y perezoso. Sin embargo este año ha llegado tan rapido que casi no me ha dado tiempo a ver amarillear las hojas de los árboles. El viento de las castañas se me ha adelantado por unos días y pronto ha desnudado los bosques y mullendo los caminos.  A medida que vamos ascendiendo. mientras escucho las historias que me cuenta mi sobrina Beatriz, voy percatándome del cambio de color de las hojas del roble, de las hayas, de los avellanos y de los castaños. Primero verdes junto al rio grande que es arroyo cuando lo cruzamos por el viejo puente de madera y poco a poco  van cambiando a ocre y finalmente  a amarillo pues todo ha sido todo tan repentino que las hojas rojas de los fresnos ya alfombran el sendero desde hace algunas jornadas. La fuente de aguas frías y cristalinas de la Ablanosa es una delicia. Bebemos de ella y aprovechamos la tranquilidad de la majada para sacar nuestras viandas y reponer nuestras fuerzas; una jugosa tortilla de patata que ha hecho mi sobrino y ensaladilla rusa con mayonesa casera y langostinos. Buen menú para tan mágico lugar. Detrás se expande el extenso bosque del Tabucau que tenemos que atravesar para alcanzar el final del trayecto: la Vega del Pociello. Un olor suave y dulce emana de la tierra y entre el suave tris tras de nuestras pisadas que crujen las  hojas secas se escucha al fondo del valle el agua del rio L´Ablanosa que  enfurecido y desbocado de cascada en cascada baja al encuentro del padre Nalón. Reiniciamos el camino y disfrutamos del hayedo teñido ahora de un amarillo intenso, marrón cálido y a veces rojo. Más tarde,  en esta mañana rumorosa, vuelve a salir el sol, nuevo y cálido, tras los montes y ya no  nos abandona  el resto de la jornada. Tenemos que repetir la excursión y, por supuesto, la tortilla de mi sobrino. Que rica.

domingo, 1 de noviembre de 2015

otoño

Me sumerjo en el ensueño cada vez con más intensidad y ya no pienso en dormir. En la lejanía  Berbes, las ondulaciones montañosas parecen lomos de animales fantásticos que al acercarlos con el zoom me acometen  deteniéndose por fin delante de mí. Como hace algo de frío, son las siete y media de la mañana, solitario hablo conmigo mismo hasta dormirme hecho un ovillo en el asiento del coche.  Despierto y el frío me parece más intenso. Por la ventanilla observo dos vacas pardas que me miran lánguidas con sus ojos pardos. Salgo del auto,  acaricio con mi mano fría el calor de su piel cálida y agradecidas dejan de pacer y levantan la cabeza porque notan que alguien más que ellas anda necesitado de compañía. Es más rentable para la imaginación y para los sentidos que dormir  la madrugada . Acaso no esta uno mejor aquí entre la luna y las estrellas esperando que el sol comience a templar mi cuerpo aterido. Enfin, algo hay que hacer para no convertir el transcurrir del tiempo en una mera rutina y que mejor que descubrir cada mañana que aunque el astro rey se descubra por el mismo sitio y las gaviotas inician sus vuelos desde las mismas rocas, ni el primero conserva el mismo color ni el vuelo de las aves es siempre en la misma dirección Pero sobre todo ello,la icomparable versatilidad de formas que las nubes me recrean con los primerios rayos de luz. Eso me da esta primera mañana de mi septuagésimo noviembre.

EL FASTUOSO RUIDO ENSORDECEDOR DE LA MUERTE

  Conocí a Radi en la embajada de Jordania en Madrid. Era un beduino alto y fornido que inspiraba confianza con su rostro siempre sonriente ...